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Sin tiempo para ser libre

TEXT DE: Laia Beltrán Gallén

INSPIRAT EN LA NOVEL·LA: Un extraño en casa, Shari Lapena



No debería estar aquí. Pero no me quedaba otra opción. Hace rato que la media noche ha debido de pasar y hace mucho frío; aunque eso ahora es la menor de mis preocupaciones. Puedo oír como mi corazón late a un ritmo desorbitado y como se acelera por segundos.

Hace días que rondaban cerca de casa, Franciscana me lo advirtió, pero no le di importancia y ahora ya es tarde para penedimientos. Espero impaciente a que lleguen, porque lo harán, lo sé, intentando evadir mis pensamientos a otros asuntos.

De mí, como de cualquier otra mujer, se esperaba que me casara con algún barón poderoso, que tuviera hijos y que me dedicara única y plenamente a cuidar de ellos. Pero hace tiempo que supe que yo no quería eso. ¿Por qué debemos depender de un hombre? En casa, padre y madre, no lo pudieron entender, y fue entonces cuando decidí marcharme. Llevo ya tres años vagando de pueblo en pueblo tratando de pasar desapercibida, pero ni así es suficiente. Ya me conocen. Ya me buscan...

Suena un crujido. Mi rostro cambia por completo, ¿serán ellos? De repente un gato pasa corriendo por delante de mí y eso hace que me tranquilice.

Según ellos, somos brujas todas aquellas no dispuestas a seguir sus órdenes; todas las que queremos ser libres y decidir por nosotras mismas. Somos brujas si queremos disfrutar de nuestra sexualidad. También si creemos en la posibilidad del aborto, si no concebimos el matrimonio, o si, por supuesto, no creemos en la iglesia. Así que sí, soy una si eso significa que estoy intentando ser libre.

Hace tiempo que se fundó la Santa Inquisición en España y aún hoy, más de un siglo después, siguen persiguiéndonos. Me convertí en pecadora ya en el momento en el que decidí vivir sola, sin un hombre. Y desde que practiqué mi primer aborto he visto como han secuestrado, torturado y quemado a varias compañeras mías, y es por ello que temo que yo seré la siguiente.

Oigo el correteo de lo que deben ser un par de caballos y acto seguido murmullos. Nunca he sentido tanto miedo. Los pasos, ahora de personas, se acercan cada vez más y más y más... Son los inquisidores, no cabe duda, mi tiempo se acaba. Intento escapar aún sabiendo que es inútil, pero ya es tarde. Los tengo delante de mí.

- ¡Es ella, la tenemos!

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